Hay momentos en que las instituciones deben mirarse a sí mismas y preguntarse cuál es su papel frente a los grandes desafíos de su tiempo. El reciente encuentro convocado por la UNTEC fue una de esas ocasiones en que la reflexión y la acción se encontraron en un mismo espacio.
La alta participación que tuvo la instancia no fue un detalle menor. Refleja un interés creciente por parte de la comunidad académica en avanzar hacia un modelo en el que el conocimiento no se quede en los laboratorios o en las aulas, sino que llegue efectivamente a la sociedad, a las empresas y al Estado. Porque transferir tecnología no es solo un objetivo institucional: es una responsabilidad pública.
El país enfrenta transformaciones profundas, en minería, energía, inteligencia artificial y cambio climático, que exigen nuevas respuestas y un compromiso decidido de la academia. La FCFM entiende ese desafío como parte esencial de su misión: poner su conocimiento al servicio del desarrollo sostenible y la innovación productiva. No se trata únicamente de generar ciencia de excelencia, sino de convertir esa ciencia en herramientas concretas para la transformación de la matriz productiva y la creación de soluciones con impacto real.
En este contexto, la UNTEC aparece como un vehículo clave para materializar esa misión. Su propósito no es otro que acercar la investigación universitaria al tejido industrial y social, catalizando el vínculo entre quienes generan conocimiento y quienes lo aplican. Es, en definitiva, un puente hacia el país que queremos construir: uno que aproveche su talento científico para responder a las urgencias de nuestro tiempo y no deje pasar la oportunidad histórica que hoy se abre frente a nosotros.
La transferencia tecnológica no es un fin en sí mismo; es la forma en que la universidad cumple su rol social, comprometiéndose con el futuro común.