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Consumir menos: la clave frente al dilema ambiental del plástico

  • En Chile, la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor impulsa un cambio estructural en la gestión de residuos, obligando a las empresas a hacerse cargo del reciclaje y valorización de los materiales que ponen en el mercado.
  • El país se posiciona entre los más avanzados de Latinoamérica en regulación ambiental, aunque persisten desafíos culturales para reducir el consumo y promover un uso más consciente de los recursos.

Cada año, el mundo produce más de 400 millones de toneladas de plásticos, de los cuales más del 90% no es biodegradable ni compostable. A pesar de que la mayoría de estos materiales son técnicamente reciclables, solo una fracción logra reincorporarse a nuevos procesos productivos. El resto termina acumulándose en vertederos, cursos de agua o directamente en el mar, configurando una de las crisis ambientales más urgentes del planeta. En este contexto, países como Chile han comenzado a implementar políticas de reciclaje y responsabilidad extendida que buscan transformar el problema de los residuos en una oportunidad para la innovación y la sustentabilidad.

El académico Humberto Palza, profesor titular y director del Departamento de Ingeniería Química, Biotecnología y Materiales de la Universidad de Chile, y Director del Diplomado en Tecnologías en la Industria del Packaging de la misma institución, plantea que el desafío no solo depende de la ciencia y la tecnología, sino también de un cambio profundo en la cultura del consumo. “A nivel global hay un problema enorme, pero también una oportunidad: extender las tecnologías de valorización de residuos y cambiar nuestra manera de consumir”, sostiene.

En el plano nacional, la reciente Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) busca establecer cuotas de reciclaje y exigir a las empresas hacerse cargo de los desechos que generan. “Esa ley es un gran avance porque pone los incentivos donde deben estar, en la industria. El Estado chileno asumió un rol activo, la industria se está adaptando y nosotros, como sociedad, también tenemos que hacerlo”, comenta Palza. Sin embargo, advierte que no todos los plásticos pueden reciclarse con las tecnologías actuales. “El reciclaje mecánico, que es el más común, permite reutilizar los materiales, pero cada vez que los procesamos pierden propiedades. Es lo que se llama downcycling: obtienes productos de menor calidad, como bolsas o envases simples, en lugar de objetos de mayor valor”.

Buena parte del problema se origina en el uso masivo de plásticos para envases y embalajes de alimentos, diseñados para durar apenas lo que dura su contenido. “El pote de yogur, por ejemplo, cumple su función de proteger el alimento, pero su vida útil termina en cuestión de días. Esa lógica de lo desechable es la que debemos repensar”, explica el académico. Algunas investigaciones buscan dar nueva vida a estos materiales al integrarlos en otros sectores, como la construcción, donde los productos están diseñados para durar décadas. “Ahí se puede cerrar un círculo virtuoso: transformar residuos de corta vida en materiales duraderos”, agrega.

Más allá de la tecnología, Palza insiste en que la respuesta debe comenzar con una reflexión sobre el consumo. “Lo primero que hay que hacer es racionalizar el consumo de todo. Prohibimos las bolsas plásticas, pero ahora usamos bolsas de papel, y también tienen impacto ambiental. No se trata de cuál es mejor o peor, sino de entender que ambos generan huella. La verdadera solución está en consumir menos”.

Chile se encuentra entre los países latinoamericanos con mayor desarrollo regulatorio en materia ambiental, y su industria ha comenzado a adaptarse a las nuevas exigencias. “Estamos en el top cinco de la región en gestión de residuos. La industria del embalaje es muy flexible y se va a adaptar, aunque no al ritmo que uno quisiera. Lo importante es que el cambio cultural ya empezó”, afirma.

Con una mirada optimista, el investigador concluye que el esfuerzo debe ser colectivo. “No hay una sola solución mágica. Todo suma: desde la impresión 3D con botellas recicladas hasta el uso de plásticos en la construcción. Lo esencial es comprender que esto no es basura, sino recursos que debemos revalorizar con conciencia y responsabilidad”.

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