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Bosques nativos: una línea de defensa ante la crisis climática y los incendios forestales  

  • El aumento de los incendios forestales en el centro-sur de Chile, impulsado por el cambio climático, plantea una urgente necesidad de fortalecer las estrategias y políticas de conservación, manejo y restauración de los bosques nativos.  
  • Con estrategias como la educación preventiva y la regeneración natural asistida, expertos destacan que la recuperación de estos ecosistemas es un proceso clave para la resiliencia ambiental y la mitigación de futuras catástrofes.  

La crisis climática ha modificado de manera alarmante el régimen de incendios forestales en el centro-sur de Chile. Según datos proporcionados por Mauro E. González, investigador principal del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y profesor titular de la Universidad Austral de Chile, la superficie promedio anual quemada en el país ha aumentado significativamente. Antes de los megaincendios de 2017, la cifra rondaba las 55.000 hectáreas, pero en la última década este promedio se ha disparado a 165.000 hectáreas anuales, con temporadas como las de 2017 y 2023 alcanzando 570.000 y 426.000 hectáreas quemadas, respectivamente.  

El incremento en la frecuencia y severidad de los incendios está directamente relacionado con la megasequía que afecta al centro-sur del país desde 2010. Esta situación se ha visto agravada por eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, baja humedad y fuertes vientos, que aumentan el riesgo de incendios. Además, la combinación de vegetación seca y extensos monocultivos de especies inflamables, como el pino y el eucalipto, ha creado un escenario propicio para la propagación del fuego. «Más del 80% de las áreas quemadas en el país se concentran en la cordillera de la costa, entre la región de O’Higgins y La Araucanía», detalla González.  

Frente a este panorama, la prevención es una herramienta clave. Según el investigador, la mayoría de los incendios son provocados por actividades humanas, ya sea de forma accidental, negligente o intencional. Por ello, destaca la importancia de educar a la población sobre prácticas seguras durante la temporada de alto riesgo. «En días de altas temperaturas, baja humedad y fuertes vientos, es crucial evitar actividades como quemas de desechos vegetales, encender fogatas o utilizar herramientas que generen chispas», señala. Estas acciones pueden parecer simples, pero su impacto en la prevención de incendios es significativo.  

Cuando los incendios ya han ocurrido, la restauración de las áreas afectadas se convierte en una tarea fundamental para la recuperación de los ecosistemas. En este contexto, González subraya la efectividad de la regeneración natural asistida, una estrategia que aprovecha la capacidad intrínseca de los bosques nativos para recuperarse después de un disturbio. Este enfoque consiste en eliminar amenazas como la invasión de especies exóticas, el pastoreo de ganado y la extracción de madera, permitiendo que las especies nativas vuelvan a colonizar el terreno de manera natural.  

Un ejemplo de esta técnica es la restauración de los fragmentos de bosques de ruil y hualo en la región del Maule, gravemente afectados por los megaincendios de 2017. En estos casos, el control manual de la invasión de pinos ha permitido  que especies nativas como el ruil tengan el espacio necesario para regenerarse, favoreciendo la recuperación del ecosistema. Sin embargo, González advierte que este proceso no siempre es suficiente. Cuando la regeneración natural no ocurre o no logra alcanzar niveles adecuados de cobertura y diversidad, es necesario implementar estrategias  de restauración más intensivas, que incluyen la plantación de especies nativas cuidadosamente seleccionadas.  

En proyectos de restauración entre las regiones del Bio Bio y Los Lagos (o del centro-sur de Chile…), se priorizan especies pioneras como el roble, el coihue y el raulí, que son esenciales para crear las condiciones necesarias para la llegada de otras especies del ecosistema. Sin embargo, la recuperación completa de un bosque nativo puede tomar décadas o incluso siglos, dependiendo de factores como la severidad del incendio y el tipo de bosque afectado. «La recuperación de un bosque es un proceso  y cada etapa es única en términos de estructura, diversidad, funciones e interacciones», enfatiza González. Cada etapa, desde las primeras plantas que brotan hasta los bosques maduros, aporta valor ecológico y fortalece la resiliencia del ecosistema.  

Además del impacto ecológico, los incendios forestales tienen consecuencias económicas y sociales devastadoras para las comunidades locales. La pérdida de biodiversidad, la degradación del suelo y la disminución de los recursos hídricos afectan tanto a los medios de vida como a la calidad de vida de las personas. Por ello, la conservación y manejo sostenible de los bosques nativos no solo es una medida ambiental, sino también una inversión en el bienestar de las generaciones presentes y futuras.  

En un contexto de crisis climática, los bosques nativos se posicionan como una línea de defensa clave. No solo actúan como sumideros de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático, sino que también regulan el ciclo hídrico, protegen la biodiversidad y ofrecen refugio a numerosas especies. Según González, proteger y restaurar estos ecosistemas debe ser una prioridad para Chile y el mundo. «La resiliencia frente a los incendios y la crisis climática dependerá de nuestras acciones colectivas para conservar y manejar los bosques nativos de manera sostenible», concluye.  

Los desafíos son enormes, pero también lo son las oportunidades. Enfrentar los incendios forestales y promover la restauración de los bosques nativos no solo es posible, sino necesario, para garantizar un futuro más sostenible y resiliente.

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