- Desde el reciclaje de neumáticos hasta la transformación de lodos acuícolas en mejoradores de suelo, una pequeña empresa ubicada a 70 kilómetros de Punta Arenas está desarrollando soluciones ambientales pioneras en el país. A través de innovación aplicada, economía circular, educación ambiental y tecnologías propias, el proyecto impulsa cambios estructurales desde uno de los extremos más olvidados del territorio nacional.
En Magallanes, donde la distancia, el clima y el aislamiento suelen verse como obstáculos, una planta de tratamiento de residuos ha convertido esas condiciones en una oportunidad para repensar el modo en que producimos, consumimos y gestionamos lo que desechamos. Lejos de los centros urbanos y del discurso dominante, el proyecto —creado por la empresa TLS Services— ha logrado implementar un modelo basado en la recuperación de residuos industriales, el desarrollo de productos de valor agregado y la creación de tecnologías propias adaptadas a un entorno extremo.
Verónica Oyarzún, Ingeniera Agrícola y Civil industrial y magíster en gestión medioambiental, es una de las fundadoras del proyecto y su voz actual al frente de múltiples frentes. Vinculada a la empresa desde sus inicios, ha sido parte fundamental del desarrollo de procesos que abarcan tanto la remediación de pasivos ambientales del sector petrolero como la conversión de desechos acuícolas en insumos agrícolas. “Este camino no tiene nada que ver con lo que imaginamos al principio. Empezamos con una inquietud, y hoy trabajamos con residuos que antes nadie consideraba valiosos”, afirma.
Todo comenzó con los cuttings o recortes de perforación petrolera, residuos que abundan en Magallanes y que históricamente se han almacenado en fosas. TLS propuso valorizar estos pasivos ambientales al aprovechar sus propiedades físico-químicas, particularmente su contenido de zeolitas y potasio, para convertirlos en mejoradores de suelo. Un proyecto piloto apoyado por Corfo y desarrollado en alianza con ENAP demostró su potencial agronómico. Luego, se enriqueció con materia orgánica proveniente de lodos acuícolas, residuos ricos en nutrientes pero difíciles de gestionar por las vías convencionales.
A esto se sumó el reciclaje de neumáticos fuera de uso y chatarra electrónica, dos residuos complejos que TLS comenzó a tratar con anticipación a la Ley REP. Hoy, la planta cuenta con una máquina que convierte el caucho triturado en palmetas y otros productos, en una línea liderada por la diseñadora industrial Cristina Mora. Mientras tanto, los alambres y telas de los neumáticos se almacenan, esperando nuevas ideas de reutilización. “Preferimos tenerlos guardados antes que terminar en un vertedero. Lo importante es que todo tenga un destino útil”, sostiene Oyarzún.
Uno de los proyectos más audaces ha sido el desarrollo de una refinería a escala para recuperar diésel desde aceite de motor usado. La tecnología, construida a partir de conocimientos de la industria petrolera y manufacturada en China, permite convertir residuos peligrosos en combustible reutilizable, reduciendo la huella de transporte en una zona donde no existen plantas de tratamiento. La empresa ya está preparando una nueva Declaración de Impacto Ambiental para formalizar este proceso y ampliar la planta.
Pero la dimensión tecnológica no se queda solo en la industria. TLS también ha incorporado el manejo integrado de plagas, evitando el uso de pesticidas en una zona rural donde conviven especies como zorros, quirquinchos y ñandúes. “Nosotros llegamos a su territorio, ellos estaban antes. Si no hay conciencia ambiental en los trabajadores, nada de esto tiene sentido”, comenta Oyarzún.
La empresa combina esta filosofía con un fuerte compromiso educativo. Cada año realiza talleres en colegios y participa en ferias para promover la cultura del reciclaje y la economía circular. Además, enfrenta un marco regulatorio que muchas veces no contempla los productos que desarrolla, como los mejoradores de suelo que no encajan aún en ninguna categoría legal. “Tenemos miles de leyes, pero todas cojean. Seguimos operando en vacíos normativos que retrasan la innovación”, señala.
Lejos de contar con apoyo sistemático del mundo académico, TLS ha trabajado de forma independiente o con alianzas puntuales. “Nos dijeron que nuestros estudios eran ‘de macetero’. Así que seguimos solos. Pero cada peso que ganamos, lo reinvertimos en investigación y desarrollo”, explica. La experiencia los ha llevado a patentar tecnologías utilizadas incluso en el rescate de barcos con cero contaminación, lo que atrajo la atención de medios internacionales.
Con apenas siete trabajadores en planta y algunos profesionales externos, TLS ha logrado impactar en ámbitos industriales, ambientales, sociales y educativos. Desde Magallanes, su modelo propone una economía circular con identidad territorial, basada en la observación crítica, la capacidad de adaptación y el trabajo persistente. “Somos una empresa pequeña, sí, pero creo que ya hemos hecho más que muchas grandes. Y todavía tenemos mucho por hacer”, concluye Oyarzún.
