- Investigaciones desarrolladas en colaboración entre la Universidad de Chile y el Centro de Sistemas Biotecnológicos (CSB) de la Universidad Andrés Bello, exploran el potencial del cobalto contenido en relaves mineros para convertir a Chile nuevamente en un país productor de este metal estratégico.
- Mediante procesos de biolixiviación, el país podría producir hasta 10 mil toneladas anuales de cobalto, clave para baterías eléctricas y energías limpias, posicionándose junto a los grandes productores mundiales.
Durante la primera mitad del siglo XX, Chile fue un importante productor de cobalto, un metal utilizado en aleaciones industriales y armamentísticas, especialmente durante las guerras mundiales. Sin embargo, tras el fin de esos conflictos y la caída de los precios internacionales, su extracción dejó de ser rentable y el país se concentró casi exclusivamente en el cobre. Hoy, con el auge de la electromovilidad y las energías renovables, el cobalto vuelve a cobrar relevancia por su rol esencial en la fabricación de baterías de ion-litio, imanes y tecnologías electrónicas.
“Chile tiene una oportunidad única para volver a ser un productor relevante de cobalto, pero esta vez bajo un modelo sustentable y con valor agregado tecnológico”, plantea Brian Townley, académico del Departamento de Geología e Investigador asociado del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC), ambos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Townley lidera, en conjunto con la directora del Proyecto Cobalto Verde, Dra. Pilar Parada, un conjunto de estudios que buscan recuperar cobalto desde relaves mineros, desechos de procesos anteriores, mediante biotecnología aplicada.
El enfoque parte de una constatación: gran parte del cobalto presente en Chile está en relaves antiguos o en subproductos del procesamiento del cobre. “Cuando analizamos los relaves de plantas como Cauquenes (El Teniente), vimos que, aunque las concentraciones eran bajas, el volumen total de material procesado diariamente equivalía a más de 1400 toneladas de cobalto al año, solo en ese yacimiento”, explica Townley. “Eso nos llevó a pensar que no podíamos descartar estos depósitos. Había que desarrollar una tecnología capaz de aprovecharlos”.
Esa tecnología es la biolixiviación, un proceso en que microorganismos nativos extraen metales desde minerales sin requerir métodos químicos agresivos ni altas temperaturas. “Logramos recuperar sobre el 84% del cobalto contenido en la pirita usando biolixiviación, lo que abre una vía mucho más económica y limpia que los procesos tradicionales”, señala. En colaboración con empresas como Pucobre, el equipo del proyecto Cobalto Verde trabaja actualmente en pruebas piloto en la Región de Atacama, donde las concentraciones de cobalto son mayores. “En estos relaves ya alcanzamos niveles de entre 3.000 y 5.000 partes por millón en pirita, equivalentes a 0,3% a 0,5% de cobalto, lo cual es industrialmente interesante”.
Los ensayos realizados tempranamente con apoyo de CORFO (16PTECME-66524) lograron el desarrollo de una tecnología a nivel experimental (TRL3), la cual ahora se encuentra en desarrollo de escalamiento desde el laboratorio hacia aplicaciones industriales (TRL5+) con aporte FONDEF de ANID (FONDEF TA-23I-10022). “Estamos llegando ya a una fase preindustrial, apuntando a columnas de uno y luego seis metros en entornos relevantes. Si todo avanza según lo previsto, podríamos tener un piloto industrial operativo para 2027, con adopción de la tecnología por parte de Pucobre en su planta San José, que sería capaz de producir unas 500 toneladas anuales de cobalto”, detalla Townley. “Y si esto se replica en minas como Candelaria, Manto Verde, Santo Domingo, El Espino, entre otras, Chile podría alcanzar entre 10.000 y 15.000 toneladas anuales, ubicándose junto a productores relevantes como Indonesia y Australia”.
Más allá del valor económico, el académico subraya el impacto ambiental positivo de esta tecnología. “El cobalto no es el único metal que se puede recuperar. La biolixiviación también permite obtener níquel, cobre, oro y plata, además de evitar que la pirita, que genera drenaje ácido, llegue a los relaves finales. Es una forma de minería circular, que transforma un pasivo ambiental en un recurso estratégico”.
La investigación incluye además el patentamiento de consorcios microbiológicos chilenos, aislados directamente de los materiales de la planta San José, en Atacama. “Son bacterias nativas, adaptadas al ambiente local, lo que hace que el proceso sea más eficiente y ecológico. Ya estamos tramitando las patentes y eso significa que esta tecnología es 100% desarrollada en Chile”, agrega Townley.
El investigador recuerda que Chile ya fue productor de cobalto hasta 1944, cuando operaban minas en los distritos de San Juan / Las Cobalteras, Carrizal Alto, Tambillos, y Merceditas, donde los alemanes extraían el mineral para uso bélico. Hoy, la meta es distinta: producir de manera limpia, eficiente y con tecnología propia. “Si logramos consolidar esta línea de investigación, Chile no solo podría volver a producir cobalto, sino hacerlo de forma sostenible, aportando a la transición energética global, con una tecnología sostenible y orden de magnitud más económica respecto de las tecnologías convencionales de recuperación de cobalto a nivel mundial”. “Este logro permitiría una tecnología que viabiliza la explotación y recuperación de cobalto como subproducto de la minería del cobre de la región de Atacama, como también la producción de cobalto desde yacimientos de cobre-cobalto, todos en los cuales las tecnologías convencionales no son rentables ya sea por la baja ley de cobalto, y/o bien por los bajos tonelajes de los recursos totales disponibles”.
