- Andreina García, subdirectora del Centro Avanzado de Tecnología para la Minería y profesora del Departamento de Ingeniería de Minas de la Universidad de Chile, subraya la importancia de madurar la investigación hasta convertirla en soluciones demandadas por la industria.
- La académica identifica barreras como la falta de incentivos tradicionales, los largos procesos de patentamiento y las restricciones legales para que los investigadores participen en spin-offs, aunque destaca el rol de plataformas como UNTEC para agilizar la relación con el sector productivo.
La transferencia tecnológica se ha convertido en un desafío central para las universidades y centros de investigación, en un contexto donde la industria demanda soluciones concretas y aplicadas. En este escenario, el Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) de la Universidad de Chile busca consolidarse como un puente entre la investigación científica y el mundo productivo, especialmente en el ámbito minero.
La subdirectora del AMTC y profesora asociada del Departamento de Ingeniería de Minas, Andreina García González, explica que la transferencia tecnológica es hoy parte de los indicadores de innovación exigidos a la academia. “La facultad, a través de la dirección académica y de innovación, ha reconocido que podemos aportar en esta área, generando investigación que parta como pruebas de concepto y que madure hasta alcanzar un nivel tecnológico avanzado que la industria demande”, señala.
El proceso, agrega, puede surgir desde ambos lados: tanto desde la inquietud de un investigador que detecta un problema en la industria, como desde la propia empresa que plantea un desafío. En ambos casos, el camino contempla etapas sucesivas: desde la prueba de concepto en laboratorio hasta prototipos y pilotos a escala semi-industrial. En esta ruta, los programas de financiamiento de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) son claves para madurar proyectos más allá de la publicación científica.
En su rol docente, García destaca que los estudiantes hoy muestran un interés creciente por innovar y emprender desde etapas tempranas. “Nuestros alumnos tienen ganas de ser emprendedores. La universidad ofrece instancias como Élice y Open Beauchef, con cursos interdisciplinarios que los invitan a proponer ideas que a veces se transforman en prototipos y, en ciertos casos, en startups o spin-offs”, indica. Para la académica, esta dinámica aporta creatividad y soluciones disruptivas que se suman al quehacer científico.
Sin embargo, el proceso no está exento de dificultades. Entre las barreras identificadas, García menciona que los académicos tradicionalmente han sido evaluados por docencia y publicaciones, y solo recientemente se les exige patentar, licenciar tecnologías o generar spin-offs. “Eso resulta disruptivo para el concepto clásico de académico. Hay colegas que no lo consideran parte de su labor, y otros que sí lo valoramos”, advierte.
El tiempo y el desconocimiento son otros obstáculos: patentar implica trámites largos y distintos a los de publicar en revistas científicas. En este punto, las oficinas de transferencia tecnológica del AMTC y de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo (VID) cumplen un rol central, apoyando la protección de ideas y la redacción de patentes junto a abogados externos. Aun así, la creación de spin-offs enfrenta limitaciones legales, ya que los académicos, en su calidad de funcionarios públicos, tienen restricciones para participar directamente en estas empresas, aunque una nueva normativa podría flexibilizar este escenario.
En este contexto, UNTEC aparece como un actor clave. Según García, la fundación cumple un papel fundamental en agilizar los vínculos con la industria, facilitando los procesos administrativos y potenciando la asociatividad. “La plataforma de UNTEC para relacionarse con la industria es potente. Permite identificar problemas y acercar a los académicos, además de ser un canal para generar startups y spin-offs”, afirma.
Los resultados comienzan a materializarse: existen ya casos de software minero desarrollados por académicos del Departamento de Ingeniería de Minas y del AMTC que están siendo comercializados en la industria. La propia García lidera un desarrollo que, tras varios años de maduración, se encuentra en proceso de postulación como startup.
Mirando hacia adelante, la investigadora señala que el plan de investigación a diez años del AMTC aborda los principales desafíos de la minería: automatización de procesos, robótica, seguridad laboral tras los accidentes recientes, y el desarrollo de nuevos procesos asociados no solo al cobre, sino también al litio. A ello se suman los retos de sustentabilidad, como la gestión de residuos, la eficiencia hídrica y energética.
“Queremos que la investigación llegue a impactar directamente en la industria y en la sociedad. La transferencia tecnológica es parte de ese camino y requiere tiempo, apoyo institucional y nuevas formas de pensar la labor académica”, concluye García.