- Desde pinturas inteligentes hasta materiales avanzados, nuevas tecnologías están replanteando el destino de los residuos plásticos. El reciclaje químico, la valorización de neumáticos y el diseño de nuevos polímeros abren caminos para enfrentar la crisis ambiental desde la ciencia de los materiales.
En un contexto donde el plástico es señalado como uno de los principales contaminantes del planeta, distintas líneas de investigación científica proponen una visión más compleja: no se trata solo de prohibirlo, sino de transformarlo. A partir del desarrollo de tecnologías que valorizan los residuos mediante procesos mecánicos o químicos, surgen oportunidades para extender su vida útil, evitar el desperdicio y generar materiales de alto valor.
Desde esta perspectiva, el ingeniero químico Humberto Palza, actual director del Departamento de Ingeniería Química, Biotecnología y Materiales de la Universidad de Chile, lleva más de dos décadas investigando los polímeros y sus aplicaciones. Aunque su formación no estuvo originalmente ligada al reciclaje ni a la sostenibilidad, su trabajo en ciencia de materiales lo llevó a explorar soluciones concretas al problema de los residuos plásticos y neumáticos. “No vengo del mundo de la economía circular, pero los plásticos siempre tienen esa demanda social de qué hacer con ellos después del uso. Ahí empezó el desafío técnico”, señala.
Uno de los focos de su equipo es el reciclaje químico, una alternativa más sofisticada al reciclaje mecánico convencional. Mientras este último funde y reutiliza el plástico sin modificar su estructura, el químico descompone las moléculas originales para obtener nuevos compuestos. “Una botella PET puede transformarse en resinas epóxicas, poliuretanos, recubrimientos para la construcción o materiales compuestos. Dejamos de tener una botella, y creamos otra cosa”, explica Palza.
También en su grupo se desarrolla la innovación en nuevos materiales. El área de la salud es quizás uno de los campos más sorprendentes para la aplicación de plásticos avanzados. Polímeros diseñados para regeneración de tejido cardíaco, parches cutáneos o materiales compatibles con células están en desarrollo. Estos materiales son capaces de transmitir impulsos eléctricos o responder a estímulos como el ultrasonido, contribuyendo activamente a la medicina regenerativa. “En el fondo, el plástico ya no es un envoltorio: es un instrumento terapéutico”, destaca el académico.
También en la industria de los alimentos, el empaque —muchas veces demonizado— cumple un rol clave en la reducción del desperdicio. La investigación de nuevos materiales biodegradables y compostables permite extender la vida útil de frutas, carnes o pescados, con impactos directos en la economía local. “Chile exporta productos frescos que viajan miles de kilómetros. Un buen envase puede marcar la diferencia entre perder un cargamento o llegar con fruta perfecta”, argumenta Palza.
Respecto al desafío de la gestión postconsumo, el investigador insiste en que la tecnología por sí sola no basta. Se requiere un ecosistema donde el diseño de materiales se combine con políticas públicas, incentivos a la industria y educación ciudadana. En ese marco, la Ley REP ha sido un paso clave al exigir cuotas de reciclaje y mayor responsabilidad a las empresas. “El plástico se bota porque no vale. Si logramos crear tecnologías que lo hagan valioso, nadie lo va a desechar. Como el vidrio, el cartón o las latas de aluminio”.
Finalmente, entre los desafíos futuros que identifica Palza, destaca el avance hacia materiales monomateriales, es decir, empaques fabricados con un solo tipo de polímero para facilitar su reciclaje. También proyecta consolidar desarrollos biomédicos que logren llegar a aplicaciones clínicas. “Me gustaría ver un polímero chileno implantado en el cuerpo humano, ayudando a regenerar tejido. Esa sería una señal clara de que el plástico también puede sanar”, concluye.
