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“La transferencia tecnológica no puede quedar en asesorías”: Viviana Meruane y el desafío de conectar ciencia e industria

  • La académica y directora de Investigación e Innovación de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile plantea que los departamentos mantienen vínculos pasivos, mientras que los centros avanzan con mayor fuerza en proyectos de innovación.
  • Meruane destaca casos de impacto como el apoyo al Ministerio de Salud frente al virus sincicial y la creación de startups derivadas de investigación aplicada, aunque advierte que los incentivos académicos y la confianza con la industria siguen siendo las principales brechas.

La transferencia tecnológica se ha convertido en uno de los grandes desafíos para las universidades, en un contexto donde la industria demanda soluciones concretas a problemas productivos y sociales. Desde la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, la académica Viviana Meruane observa de cerca este proceso tanto como investigadora como directora académica, de Investigación e Innovación, además de integrar el directorio de la Fundación UNTEC, que actúa como puente entre la academia y el sector productivo.

Meruane distingue dos realidades al interior de la facultad. En los departamentos, la relación con la industria es más bien pasiva: las empresas tocan la puerta cuando requieren resolver un problema, lo que muchas veces depende del contacto personal que tengan con algún académico. En cambio, en los centros de investigación, la misión explícita de transferir conocimiento genera un vínculo más activo y estructurado. “Algunos centros lo hacen muy bien y logran proyectos que efectivamente se traducen en transferencia tecnológica”, asegura.

Ejemplos no faltan. El Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) cuenta con desarrollos patentados que ya se prueban en faenas mineras, mientras que el Instituto de Ciencias e Innovación en Medicina (ICE) colaboró el año pasado con el Ministerio de Salud en la planificación de campañas de vacunación, reduciendo casi a cero la mortalidad infantil por virus sincicial. “Ese es un caso muy claro de cómo la investigación puede impactar directamente en la sociedad”, subraya. Y estos son solo un par de ejemplos: en otros centros de la facultad se desarrollan múltiples iniciativas que también se traducen en transferencia tecnológica con resultados concretos y de alto impacto.

Sin embargo, el camino presenta brechas importantes. La primera está en los incentivos: la carrera académica históricamente se ha evaluado por publicaciones y docencia, relegando la transferencia tecnológica a un plano secundario. “Recién en los últimos años empezó a valorarse, pero antes era difícil destinar tiempo a ello si no contaba para la evaluación académica”, explica. Otro obstáculo es la naturaleza misma de la relación con la industria, que requiere confianza y tiempo para madurar. “Se empieza con un proyecto pequeño, se muestran resultados y recién ahí surge la posibilidad de avanzar a colaboraciones mayores”, detalla.

En este panorama, UNTEC aparece como un canal estratégico. Según Meruane, la fundación ofrece un espacio más ágil y flexible para relacionarse con empresas, evitando las restricciones administrativas de la universidad. “Debería existir un único canal, y creo que UNTEC puede cumplir ese rol”, afirma.

Desde la investigación, Meruane ha llevado su experiencia al terreno práctico. Ha trabajado por más de una década en detección de fallas en maquinaria industrial mediante inteligencia artificial, aplicando inteligencia artificial para anticipar averías que pueden detener equipos críticos, como chancadores en la minería. Este trabajo derivó en la creación de un spin-off apoyado por Corfo, que hoy ofrece soluciones aplicadas directamente en la industria. “Lo que hacemos es monitorear máquinas cómo se monitorea a las personas, registrando variables y aplicando algoritmos predictivos”, explica.

La académica también resalta la importancia de que los estudiantes se vinculen con la industria desde su formación, aunque advierte que persiste una brecha de expectativas: mientras las empresas esperan soluciones inmediatas, los jóvenes aún están en proceso de aprendizaje. “Generalmente se vinculan a través de prácticas o memorias, pero debemos avanzar hacia un modelo que les permita aportar sin que se pierda de vista su carácter formativo”, plantea.

Consciente de los avances y los pendientes, Meruane concluye que la transferencia tecnológica debe entenderse como parte integral del quehacer universitario. “No puede quedar reducida a asesorías. Se trata de generar innovación, investigación y desarrollo que salgan de la universidad, lleguen a la sociedad y tengan impacto real”, afirma.