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La crisis hídrica en Chile: desafíos urgentes para la gobernanza y sostenibilidad del agua  

  • Eventos climáticos extremos, una infraestructura insuficiente y una débil participación ciudadana son parte de los retos que el país debe enfrentar para garantizar agua de calidad para todos en un contexto de cambio climático.  

Chile enfrenta una severa crisis en la gestión de sus recursos hídricos. La falta de una institucionalidad sólida que considere la cuenca hidrográfica como eje central está dejando fuera aspectos clave para una planificación sostenible y equitativa.  

Chile vive una crisis hídrica que se profundiza ante la falta de una gobernanza adecuada y las crecientes amenazas del cambio climático. Pilar Barría, académica de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, detalla que el país no cuenta con una institucionalidad que permita la gestión integrada del agua, lo que constituye una de las mayores limitaciones para avanzar hacia un manejo sostenible y equitativo del recurso.  

“La cuenca hidrográfica es la unidad natural donde se produce, distribuye y utiliza el agua. Si queremos asegurar su disponibilidad y calidad en el futuro, debemos gestionarla de manera integral, considerando cómo se mueve y se distribuye el recurso en ese espacio. Sin embargo, en Chile llevamos décadas discutiendo esta necesidad sin lograr implementarla”, explica Barría.  

Actualmente, el manejo del agua está dividido entre múltiples actores, como servicios públicos y privados, que operan de manera separada y descoordinada. Esto dificulta la planificación a largo plazo y excluye valores y usos fundamentales, como los ecosistémicos, culturales y espirituales, además de los derechos de las comunidades rurales que dependen del agua para su subsistencia.  

Desigualdad en la toma de decisiones

Uno de los problemas más evidentes es la desigualdad en la participación ciudadana. Según Barría, las personas con influencia directa en la toma de decisiones sobre el agua son aquellas que poseen derechos de aprovechamiento del recurso. Estas decisiones, además, están condicionadas por el volumen de agua asignado: quienes poseen mayor cantidad de derechos tienen un peso desproporcionado en las decisiones, mientras que la mayoría de la población y los ecosistemas no cuentan con representación alguna.  

“En una cuenca, si un usuario tiene más del 50% del caudal asignado, tendrá prácticamente el control de las decisiones. Esto deja fuera a una gran parte de la sociedad, incluidos valores y usos del agua que no están asociados a derechos de aprovechamiento, como el consumo humano en zonas rurales o los servicios ecosistémicos”, puntualiza Barría.  

El cambio climático agrava aún más la crisis hídrica en Chile, aumentando la frecuencia e intensidad de eventos extremos como lluvias torrenciales y sequías prolongadas. Estas situaciones han evidenciado las carencias de infraestructura para enfrentar las nuevas condiciones climáticas.  

En las últimas décadas, inundaciones como las ocurridas en Santiago y otras ciudades han expuesto la falta de planificación territorial y de infraestructura adecuada. La urbanización descontrolada, la deforestación de cuencas y la ausencia de sistemas de amortiguación, como humedales urbanos, han intensificado los daños.  

Barría explica que, aunque existen avances normativos como la Ley Marco de Cambio Climático, promulgada en 2022, su implementación aún es incipiente. “Falta una combinación de infraestructura gris, como embalses y canales, con infraestructura verde, como la reforestación de cuencas y la creación de zonas buffer en ciudades. Estas soluciones basadas en la naturaleza son esenciales para reducir inundaciones y aumentar la infiltración de agua”, señala.  

Además, destaca la urgencia de restaurar ecosistemas degradados. En regiones como el Maule y el Biobío, la deforestación ha dejado a las cuencas más vulnerables a las crecidas, mientras que en áreas urbanas la impermeabilización del suelo genera un mayor escurrimiento superficial.  

Ejemplos exitosos de gestión colaborativa

A pesar de este panorama desalentador, existen casos a escala local que demuestran que una gestión sostenible del agua es posible cuando hay colaboración entre comunidades, academia y el Estado. Uno de ellos es la microcuenca de Llancabue, en la región de Los Ríos, donde un manejo sostenible del bosque nativo ha permitido aumentar las reservas de agua. Este proyecto, desarrollado con el apoyo de la academia, ha logrado involucrar a toda la comunidad en la conservación del recurso.  

En el norte del país, iniciativas como los atrapanieblas en la región de Coquimbo también destacan por su innovación. Estas estructuras, impulsadas por organizaciones locales, no solo proveen agua a comunidades rurales, sino que también promueven la educación ambiental entre los habitantes y estudiantes de la zona.  

“Estos casos son ejemplos concretos de que una gestión colaborativa puede generar soluciones efectivas y sostenibles. Sin embargo, necesitamos replicar estas experiencias a una escala mayor para enfrentar los desafíos nacionales”, subraya Barría.  

El rol de la ciudadanía y la academia 

La participación activa de la ciudadanía es clave para presionar a las autoridades y priorizar la inversión en soluciones hídricas sostenibles. “El Estado y los servicios públicos responden a las demandas sociales, por lo que la ciudadanía debe involucrarse en las discusiones y exigir cambios en las políticas de agua”, afirma Barría.  

Desde la academia, el compromiso pasa por generar conocimiento y entregar herramientas que puedan ser utilizadas por el Estado y las comunidades. “Nuestro rol es mostrar ejemplos concretos, desarrollar proyectos piloto y proponer soluciones que integren infraestructura gris y verde, además de promover la educación y la conciencia sobre el uso del agua”, concluye.  

Chile enfrenta una encrucijada histórica en la gestión de sus recursos hídricos. La crisis climática no solo incrementa los desafíos existentes, sino que exige cambios profundos y urgentes en la gobernanza del agua. Crear una institucionalidad robusta, fomentar la participación ciudadana y avanzar en infraestructura sostenible son pasos esenciales para garantizar un futuro en el que el agua sea un recurso disponible para todos.  

El tiempo apremia, y las decisiones que se tomen hoy serán determinantes para enfrentar los retos del mañana. 

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