- Con 25 años de trayectoria, el Centro de Modelamiento Matemático (CMM) de la Universidad de Chile se ha consolidado como un referente latinoamericano en investigación aplicada y transferencia tecnológica. Su trabajo vincula ciencia, políticas públicas e innovación en sectores clave como la educación, la salud, la energía, la minería, el cambio climático y la inteligencia artificial.
Ubicado en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, el CMM se define por una convicción profunda: el conocimiento matemático debe tener impacto en la sociedad. Bajo esa premisa, el centro ha construido una estructura colaborativa que integra a más de una decena de universidades, centros de excelencia nacionales y redes internacionales como el CNRS de Francia, con quienes mantiene un laboratorio de investigación compartido, siendo el primero fuera de Europa.
El CMM cuenta con seis líneas de investigación aplicada: ciencia de datos, salud digital, educación matemática, redes, minería digital y clima y biodiversidad. Estas áreas no solo producen investigación de frontera, sino que desarrollan soluciones que luego son transferidas a instituciones públicas, empresas o comunidades. El propósito es claro: que la matemática genere el mayor impacto posible. Para conocer en detalle cómo se articula este trabajo, Héctor Ramírez, director del CMM, entrega su visión sobre el compromiso del centro con la transferencia tecnológica.
Para fortalecer esta transferencia, el centro ha desarrollado tres infraestructuras estratégicas. Una de ellas es ALERCE, una plataforma basada en inteligencia artificial para el seguimiento de eventos astronómicos, que se ha convertido en un referente latinoamericano. También está NLHPC, el laboratorio nacional de computación de alto rendimiento, que provee servicios de supercómputo a todo Chile. Y por último Copernicus, un Centro para Latinoamérica y el Caribe, que actúa como repositorio de imágenes satelitales para la región y en base a estas aborda problemas urbanos, medioambientales y territoriales. “La transferencia no es un producto accesorio de nuestra investigación. Es una consecuencia natural de nuestro compromiso con la sociedad”, afirma Héctor Ramírez, director del CMM.
Investigación que se adapta y propone
Una de las características más distintivas del CMM es que su capacidad de transferencia no depende exclusivamente de la demanda externa. En muchos casos, son los propios investigadores del centro quienes identifican oportunidades de aplicar sus conocimientos a problemas emergentes o recurrentes. Así, el centro no solo responde a las necesidades del entorno, sino que propone nuevas soluciones.
Un ejemplo de esta dinámica es su trabajo con el Ministerio de Educación. A partir de años de investigación en enseñanza de las matemáticas, el CMM desarrolló propuestas que derivaron en Iniciativas como Sumo Primero, que hoy llega a más de un millón de estudiantes en enseñanza básica. “Ese proyecto nació del diálogo continuo con el ministerio y de una propuesta desde nuestro grupo de educación”, cuenta el director del CMM, Héctor Ramírez.
Este enfoque propositivo también se extiende a otros sectores. En salud, por ejemplo, investigadores del centro han creado herramientas para mejorar la gestión de agendas hospitalarias y reducir listas de espera. En minería, han desarrollado modelos para optimizar la extracción sustentable. En todos los casos, la transferencia se construye con base en la investigación, no como un producto aparte. “Para nosotros, hacer transferencia es también hacer ciencia”, enfatiza Ramírez.
Inteligencia artificial y nuevas oportunidades
Con la masificación de la inteligencia artificial (IA), el CMM ha experimentado una creciente demanda por parte de empresas, instituciones y gobiernos. La línea de IA del centro se basa en un conocimiento profundo de los fundamentos matemáticos detrás de estas tecnologías, lo que le permite ir más allá de la aplicación directa de herramientas de mercado.
Esta profundidad técnica ha abierto oportunidades únicas. En vez de operar la IA como una caja negra, los equipos del CMM son capaces de entender, adaptar y mejorar los algoritmos existentes para ajustarlos a problemas específicos. Esto se ha traducido en soluciones que van desde el análisis de datos en salud pública hasta la predicción de eventos climáticos extremos o el diseño de sistemas logísticos inteligentes.
Además, el rol del CMM en la IA no se limita a lo técnico. También participa activamente en debates sobre su uso responsable, en procesos de formación, en la definición de políticas públicas y en la creación de estándares éticos.
“Participamos activamente en comités de expertos y otras instancias de apoyo a políticas públicas donde la IA puede jugar un rol y en temas tan variados como la seguridad, educación, biodiversidad y políticas digitales. Y eso nos obliga a tener una mirada transversal, crítica y rigurosa sobre lo que significa aplicar IA en distintos sectores”, explica Héctor Ramírez.
Escala, tiempos y compromiso
Uno de los aprendizajes acumulados por el CMM es que los procesos para realizar transferencia de sus desarrollos requieren tiempos distintos a los del mercado. El centro ha optado por establecer relaciones de mediano y largo plazo, que permitan investigar, implementar y validar con solidez. Esa madurez ha sido clave para sostener la calidad en todos sus proyectos.
“La mayoría de nuestras colaboraciones duran varios meses, muchas veces seis meses o un año. No hacemos proyectos de unos pocos meses, porque la investigación y la comprensión profunda de las problemáticas planteadas necesita tiempo”, señala Ramírez.
Esa decisión no ha limitado la colaboración, sino que ha permitido establecer vínculos más robustos, donde todas las partes entienden el valor del proceso. “Cuando la urgencia es incompatible con la profundidad, preferimos decir que no. Pero cuando se alinean los tiempos, los equipos y los objetivos, los resultados son notables”, agrega el director del CMM.
El reciente proyecto de modernización del Laboratorio Nacional de HPC —realizado en conjunto con la Universidad Católica y CENIA— es un buen ejemplo de esto. La magnitud del desafío obligó a construir una alianza sólida, con múltiples actores y un horizonte de largo plazo. “Ese tipo de proyectos complejos nos entusiasman, porque desafían nuestras capacidades y nos permiten crecer”, concluye Héctor Ramírez.